Ella bailaba entre sus piernas bajo el agua, se abrazaba a él
—un fuerte moreno—, como hembra en celo a su brioso macho. El sol aceleraba el
paso dejándolos bajo la luna con el canto de la mar —cada noche las ballenas componían melodías como serenatas— para el compás de su danza. Vibraba en sus oídos, los ecos
de las campanillas del amor, pero cada vez que lo intentaba, su voz no podía
cantar. Enmudecida sólo escuchaba aquel susurro de su corazón «Ama, ama sin
pausas; bebe, bebe sin saciarte del suspiro de su aliento; goza, goza de los
temblores de tu cuerpo junto a él, y vive». Sin poder contenerse más se dejaba
extasiar de toda la energía contenida en sus adentros.
—¿Por qué lloras?—preguntaba siempre aquél moreno, apretando sus
caderas.
—Lloro porque ¡no te
amo! –contestaba ella.
El teléfono volvía a sonar en su habitación, la despertaba.
Eran las seis de la mañana. Sus sábanas mojadas, la almohada entre sus piernas y
el recuerdo vivo de la exaltación, hacían las delicias de cada amanecer. Bajo
el sollozo ruido del despertador, mil noches como esta deseaba a diario; mil
serenatas juntos sobre la arena, cantaba; mil besos para el resto de sus días.
Casi llovía aquella mañana, pero al tomar el paraguas
detrás de la puerta se dio cuenta que era domingo.
Baker life
Panaderodelavida.blogspot.com
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