Cuando
entré al salón de exposiciones de El Café de Co de Wayco escuché a una amiga preguntarse
tras mirar su reloj, acerca del porqué del retraso del evento, si ya eran más
de las 19:30h. ‹‹¡Qué vaina —me dije—,
cómo puede ser, si el evento ya comenzó hace siete minutos en la terraza
interior; allá disfrutan la obra Cartas
al Coronel de Harold Zuñigan››.
Nada
más terminar la actuación entre aplausos más que merecidos, comenzó la tertulia
literaria, percibiéndose el espíritu del Nobel desde un rinconcito reservado tras el público que abarrotaba el recinto, alrededor de la mesa de los ponentes. En el lugar se
respiraba complicidad y encantamiento ante la admiración y el respeto por aquél
colombiano que enamoró al mundo desde su Macondo mágico.
AntonioPenadés, escritor y referente literario de Valencia, describió a Gabriel García Márquez
como un hito en la literatura latinoamericana; y a su obra, como referente universal
para las nuevas generaciones de escritores. Lo más importante —dijo, con otras
palabras— es que Gabo
encontró un tono de voz único, capaz de cautivar a diferentes culturas a la
vez, con novelas cotidianas narradas bajo el sabor caribeño. Su magia consistió
en usar la realidad de aquellos sucesos disparatados e insólitos para convertirlos en grandes historias con
personajes creíbles, simpáticos y cercanos; viéndose reflejado el lector en el
común de sus propios pueblos. Tan importante fue la influencia de los abuelos
maternos en el autor y su manera de percibir los hechos, que marcó el
estilo de sus crónicas en el oficio de
periodista, y dio la voz narradora de sus novelas; y claro, de sus primeros
escritos como poeta en la escuela.
Así
pues la poetisa, Amparo Andrés Machí, tomó el micrófono y nos deleitó con dos
poemas del aún joven Gabito y se refirió
a aquella vez cuando él tenía 13 años y
el padre, Arturo Mejía, capturó uno de tantos papelitos con versos que
trasegaban en sus clases, pero guardándoselo en el bolsillo lo citó para preguntarle
acerca de ello; a lo que Gabito
tan solo respondió: “Son bobadas mías”. El padre Mejía publicaría los versos en
la revista del colegio con el título “Bobadas mías”. Pasó el tiempo y, cuando leyó
La Metamorfosis de Kafka, murió el
poeta y nació el narrador. ¿O no?, pues la musicalidad de su obra siguió latente. Tal es el caso de El amor en los tiempos del Cólera definida por él mismo, como un gran poema de amor;
novela que, por cierto, cautivó a Toni Zarza Sepúlveda según su intervención, minutos antes del turno de la poetisa.
Entre
ésos géneros, García Márquez consideraba el periodismo como a uno más, definiéndose
afortunado por tener “el mejor oficio del mundo”; con el que además de trabajar
en distintos periódicos creó la “Fundación para el Nuevo Periodismo
Iberoamericano”. Jorge Rivera, periodista colombiano y alumno de ésta fundación, emocionó a todos los presentes con la idea de recibir clases del mismísimo Gabo. Viéndose truncado el sueño de aquel
día de 1997 porque el maestro decidió no asistir al taller: unas erratas en el
periódico El Universal habían cambiado el humor del genio. Sin embargo recalcó, de su paso por el taller de periodismo en la fundación, la insistencia de los
docentes: “El periodista debe usar el mejor lenguaje posible para contar la
noticia; sólo así se enriquece el mensaje y, la reflexión, llega a todos los niveles de la sociedad”.
Cuando Penadés retomó la palabra dijo sentirse un poquito envidioso —tal vez por su faceta de periodista— con la experiencia de Rivera. Aunque pienso que su condición de historiador fue la que citó a Heródoto como posible fuente de Gabo, por ser el primer cronista de la Historia, y a Kapuscinski, como otro inspirador de sus crónicas, por la similitud del estilo. En la intervención final, antes de arrancar los penúltimos aplausos de la noche, Penadés nos invitó a la Feria del libro y al Festival de Valencia Negra; también a fomentar la lectura de la obra de don Gabriel García Márquez y a conservar su legado. Los aplausos tenían que retumbar, y así lo hicieron.
Enseguida me cedió el turno para que agradeciera a todos los asistentes. Pero, por un
instante se inundaron mis sentidos con el recuerdo de mi amiga observando su
reloj: ‹‹¿Será que lo ha pasado bien y olvidó los siete minutos de
espera? —pensé—.
¿Será que cuento algo gracioso de nuestros disparates "macondianos" y la hago reír con lo que decimos en mi pueblo: “Si Gabo hubiera nacido en Tumaco no serían Cien Años de Soledad, sino, mil años... Y hablo de la primera vez que lo reverenciaron a don Alfonsín Fuentes, como a un dios pagano, porque descubrió en la tienda del Negro Aquiles, el mecanismo que abre las latas de cerveza sin tener que utilizar las navajas que se vendían a los clientes. Pero el Negro se enfado tanto que le metió seis tiros, ya que lo arruinó en el negocio de los
cuchillos?... No. Mejor cuento la vez cuando Gabito llegó al colegio de
Zipaquirá —ya le habían publicado dos cuentos en el periódico El Espectador de Bogotá— y uno de sus compañeros mientras criticaba el desparpajo de su vestir distinto al de los "cachacos", pronóstico: “¡Este muchacho no llegará muy lejos, le gusta mucho la parranda!”››. Obvio, me decidí por lo de Gabito. Mi amiga sonrió
asintiendo la cabeza, como si aceptara mis disculpas. Pero fue Ernesto Urra con
su guitarra quien la deleitó con sus canciones impregnadas del talento melodioso
que sólo los cubanos derrochan con su voz. Y ahí sí, mi amiga, se soltó, cantó
y aplaudió hasta felicitar a cada uno de los invitados de la mesa.
De repente se apagaron las luces: ¡era la señal! Yo debía entrar con la tarta de chocolate, almendras y coco, que Yeisem de El Café de Co, había preparado para los integrantes de El Cuaderno Rojo en su quinto aniversario de tertulias literarias. Entre el público se encontraban, también, algunos miembros de la Generación Bibliocafé junto a otros escritores y agentes literarios; artistas plásticos; actores; músicos; seguidores de todos ellos y gente de distinta índole que cantaron al unísono el Cumpleaños Feliz; todos aplaudieron a raudales… El cartel que anunciaba mojitos, tapas, zumos y cervezas, además señalizaba a la terraza interior, donde Ernesto Urra nos deleitaría con más acordes de su guitarra. Creo que mi amiga Inspiración pensaba, después de esperar casi una hora y media sentada en el saloncito, que apenas comenzaba la fiesta del día del libro en Wayco ¡Espero que se lo haya pasado bien!
De repente se apagaron las luces: ¡era la señal! Yo debía entrar con la tarta de chocolate, almendras y coco, que Yeisem de El Café de Co, había preparado para los integrantes de El Cuaderno Rojo en su quinto aniversario de tertulias literarias. Entre el público se encontraban, también, algunos miembros de la Generación Bibliocafé junto a otros escritores y agentes literarios; artistas plásticos; actores; músicos; seguidores de todos ellos y gente de distinta índole que cantaron al unísono el Cumpleaños Feliz; todos aplaudieron a raudales… El cartel que anunciaba mojitos, tapas, zumos y cervezas, además señalizaba a la terraza interior, donde Ernesto Urra nos deleitaría con más acordes de su guitarra. Creo que mi amiga Inspiración pensaba, después de esperar casi una hora y media sentada en el saloncito, que apenas comenzaba la fiesta del día del libro en Wayco ¡Espero que se lo haya pasado bien!
German Ricaurte
Panadero de la vida
¡Magnífica reseña, Germán!
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