Convertido en urgencias de un hospital, nuestro garito se vio desbordado anoche sin que nadie imaginara la situación.
El
cuchillo que atravesaba la cabeza de Jack, tenía a la doctora en vilo y a los
camilleros del S.A.M.U.R. sin dar a vasto para atender a tantos heridos deambulando por todos los rincones. Era una pesadilla: los sádicos nos habían tomado desprevenidos y a más de uno lo habían cortado por las orejas, como a Jack. La sangre salpicada sobre las vestimentas de nuestros invitados retorcía sus estómagos estupefactos y, al ver sus caras desfiguradas por los cortes aserrados, se mostraban en carne
viva todas sus heridas.
En
las pesquisas de la policía, después de la llamada urgente de los vecinos,
también cayeron dos agentes en las garras de los sádicos. El pánico se apoderó
de todos los heridos haciendo que los gritos ensordecieran las voces de la
comanda. Sin embargo, gracias a nuestro buen hacer como anfitriones, pudimos
socorrerles.
Los
policías de verdad, que llegaron más tarde, sólo aceptaron los cubatas una vez que identificaron a nuestros
amigos, de la compañía de teatro Jack Hollander. Eso sí, nos prohibieron volver a celebrar cualquier otra noche de Halloween sin invitarlos.
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