sábado, 16 de febrero de 2013

LUNA LLENA


Cuando desperté, la primera vez, me sorprendí: estaba en tierra firme. Y ella, limpiaba mis heridas con su larga cabellera mientras ronroneaba una dulce melodía, con tal suavidad que, extasiado e inmóvil, contemplaba en su rostro exótico una mirada penetrante capaz de atravesar a la espesa bruma que nos cubría —«¿Sería la misma noche de luna llena?»—. Era lo único que recordaba después de haber zarpado con mis dos mejores amigos a pescar en alta mar. «¿Dónde estaré? ¿Dónde estará el capitán? ¿Qué nos habrá pasado? ¡Virgen del Carmen!, ¿…y, mis colegas?»—me preguntaba.
Hipnotizada con tanta belleza, mi lengua, se enmudecía. Pero, aun así, contemplaba  descifrar en mi memoria cómo había llegado hasta aquella isla misteriosa junto a esa mujer desconocida. «Tal vez — me decía—. Fuera la moza del capitán que ya estuviera en su camarote, antes de contratar sus servicios de experto  atunero». La verdad me importaba poco, necesitaba pararme y buscar auxilio; estaba claro: habíamos naufragado y la corriente nos había arrastrado hasta la orilla. Sin embargo, no sería hasta rayar el alba, sobre la arena, cuando todas mis dudas se despejaran… Divisé a mis dos colegas cómo luchaban contra una jauría de monstruosas mujeres. Los sujetaban por los tobillos, entre gritos y alaridos, como fieras hambrientas, enseñándoles una horrible dentadura mientras los arrastraban hacia el mar— sólo sabe Poseidón para qué—,  intentando ahogarles.
Mi cuerpo comenzó a temblar ante semejante visión de horror y aunque procuré levantarme en su ayuda, forcejee sin conseguirlo porque mis fuerzas volvieron a flaquear. Busqué la ayuda en mi cuidadora, empero me di cuenta que sus carnosos labios también escondían la misma dentadura, aserrada, que la desfiguraba, el rostro, como al de aquellas criaturas extrañas. Mi corazón palpitaba tan acelerado que, al ver tal monstruosidad, llegando a sentir mis propios latidos como el tic tac de un reloj de pared, los peores presagios regresaron a mi mente. «El tiempo se acaba:¡llegó mi hora!»— pensé. Los gritos y alaridos y aquella mirada profunda petrificaron mi alma y volví a desfallecer. Fue entonces cuando desperté, de nuevo, con aquel ronroneo capaz de apaciguar mis peores pesadillas; solo que ahora sí podía entender con claridad: ‘…luna llena, luna llena, cantan miles se sirenas…’

 Mi último recuerdo pasó en un santiamén, después de que un arpón atunero —a manos de nuestro capitán— atravesara la garganta de aquella horrible mujer. Y, sacudiendo mi cuerpo sobre ésta balsa, me hiciera despertar, por última vez, buscando a estribor y a babor, el capitán y  mis amigos, con la luna llena reflejada sobre el mar, al frente mío. Hasta que apareció usted, señor guardacostas.
MANCHO
Panaderodelavida.blogspot.com





4 comentarios:

  1. Gracias maestro por pasarte por este rincón, tu presencia ilumina cada palabra. Un saludo, German.

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  2. Vaya preciosidad de texto antes de irme a dormir :)

    Solo espero soñar precisamente con Sirenas ^^

    besitos de trapo

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  3. ¡Muchas gracias "Muñeca de trapo"! Que te pases por aquí, leas nuestros relatos, los comentes, y además quieras soñar con ellos, es lo más gratificante que nos ha pasado. Con los besitos ya, ¡eres nuestra visitante más especial!
    Besitos para ti también.

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