lunes, 8 de octubre de 2012

El SECUESTRO DEL ACERO




Con esa exactitud tan característica de la ciencia, el arco se deslizaba sobre el lomo de la víctima mientras crujía de dolor, aquella estructura maltrecha de su cuerpo. El chirrido atemorizaba. La energía recubría de placer a su victimario. Asomaba tras el humo y el olor a grasa quemada, la luz de la tortura. 

A quienes presenciamos temblorosos tal escena de pánico y terror, las chispas aceleraron nuestros latidos por el sufrimiento de aquel monstruo; capaz de soportar en silencio los ensañamientos de una radial enloquecida. Sólo bajo los conceptos físicos del soldador ‘El Veleta’ partió con rumbo norte hacía el puerto de Livorno.


Baker life
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