En el camino hacia la madurez
vemos que Dios encomendó a la mujer
una tarea tan
comprometida que,
quizás, sea la más
importante para ningún otro Ser.
Gestar la vida de una
criatura
sólo puede compararse con la acción misma del creador,
aun cuando se sabe del intenso dolor, la
mujer llega a procesar
tanta felicidad que repite en el milagro de
alumbrar.
Sólo esa sublime sensación puede soportar
aquel castigo; recordemos la manzana en
el Edén,
pero, paradojas del destino,
vale más cualquier caricia que un tirón en
el ombligo.
Supongo a un corazón desenfrenado la primera
vez que recibiste
la encomienda de ser mamá. Seguro
que Ani, tu hija, experimenta día a
día el intachable camino hacia tu madurez.
Espero que juntas desborden
las mismas caricias que fuimos testigos
los dos con nuestra madre.
German Darío Ricaurte García
-panadero de la vida!
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