Por lo tanto usted debe reconocer ésta homilía
que cito textualmente para no entorpecer la inspiración dada a quien haya
transcrito éste mensaje del Señor:
El
Domingo VI de pascua (ciclo A).-29 de Mayo 2011-Jn. 14,15-21:
"Si
me amáis guardareis mis mandamientos."
"La
presencia de Dios en el hombre no es estática: es la de su espíritu"
No
cabe duda de que ese es uno de los deseos principales de todo creyente: amar a
Jesús. Como tampoco cabe duda de que este amor ha revestido y reviste las
formas más variadas de entenderlo y vivirlo. Con lo que enseguida surge el
dilema: ¿todas esas formas son igualmente válidas?
Ha
de quedar bien claro, desde el principio, que todas formas deben ser igualmente
respetables pero también hemos de reconocer que muchas de esas formas deben ser
revisadas y cambiadas.
Jesús
da una respuesta clara a la cuestión, y no podemos ignorarla. Y esa respuesta
es que le ama, no cualquiera que diga amarle y que le diga mucho "Señor,
Señor...", sino que le el que cumple sus mandatos. Y aquí viene el lío;
porque no pocos Cristianos, toman como mandatos de Jesús la larga lista de
normas, leyes y disposiciones de tipo disciplinar que la Iglesia ha creado;
normas que están muy bien, son muy necesarias de cara a la organización y
funcionamiento de la Iglesia, pero no son lo esencial a la hora de vivir como
discípulos de Jesús, son secundarias.
Jesús
sólo da un mandato explícito a sus discípulos: que nos amemos unos a otros como
Él nos ha amado. Y un mandato implícito: que vivamos como Él, es decir: que nos
entreguemos en cuerpo y alma a cumplir la voluntad de Dios nuestro Padre, a
trabajar por el Reino de Dios.
Jesús
en su tiempo, asombró, asustó y escandalizó por su forma de presentar a Dios,
una forma que iba contra todo lo previsible, contra todas las costumbres y
usos, contra toda religiosidad oficial; con el tiempo hemos deformado y
domesticado esa originalidad de Jesús, y ahora estamos, en muchas cosas, casi
como al principio.
Y
nosotros, ¿qué hemos hecho? Hemos vuelto a relegar apios a un cielo lejano,
distante, escondido, inmutable, olvidando que Jesús es Dios hecho hombre y que,
desde Jesús, Dios, ya no es un ser lejano e inaccesible sino que es el
compañero de camino que todos tenemos a nuestro lado.
Hemos
vuelto a hacer de dios ese ser altísimo que, desde su trono, maneja los hilos
de la historia y la vida de los hombres, olvidando que desde Jesús, Dios no
maneja la historia sino que la sufre, pasa hambre, es analfabeto, es
perseguido, encarcelado, torturado, crucificado, tiroteado, electrocutado, es
víctima del terrorismo, del paro, de la explotación laboral y sexual...
Hemos
vuelto a hacer de Dios ese ser vigilante del cumplimiento de complicadas leyes,
olvidando que desde Jesús, Dios tiene cara de Padre; de Padre que sufre por sus
hijos, que sale a esperarlos cada día a los caminos del mundo, que organiza una
gran fiesta cuando los recupera, que no los acapara sino que quiere su madurez,
su libertad, su plenitud...
Hemos
vuelto a encerrar a Dios entre los muros de los templos y entre los selectos
jerarcas, olvidando que desde Jesús, el espíritu de Dios, sopla cuando quiere,
como quiere y donde quiere, sin seguir imposiciones, ni esquemas, ni
"conductos habituales".
Hemos
vuelto a hacer de la fe una religión, poniendo el acento en los ritos y la
moral, olvidando que ser discípulo de Jesús es, ante todo, una manera de
entender5 la vida que como consecuencia (que no como principio) conlleva una
cierta moral, y unas prácticas litúrgicas en las que se expresa la fe que se
vive.
Si
le amamos, si queremos demostrarle ese amor que, con mucha facilidad decimos
tenerle, tendremos que hacer bueno el refrán:
"Obras
son amores y no buenas razones". Si le amamos, ya sabemos lo que hay que
hacer. Y si no cumplimos sus mandatos- que no son leyes -, sino exigencias
vitales nacidas espontáneamente de la fe- es que no le amamos. No hay vuelta de
hoja.
Tenemos
que hacer un esfuerzo por salir del fariseísmo que hoy, como en tiempos de
Jesús, abunda. Tenemos que terminar con tanto decir "Señor,
Señor...", para luego no aceptarle realmente como tal ennuestra vida
diaria.
Señor Obispo de Tenerife,
tiene usted un problema con su conciencia ...Y ésta parte,
se la escribo yo:
-¿Cómo puede culpar a los niños de
insinuaciones, cuando es el mismísimo Dios el que está en el corazón con ellos?
-¿Cómo puede tachar de enfermos a los
homosexuales, cuando es el mismísimo Jesús, quien camina junto a ellos?
-¿Cómo puede decir tantas barbaridades el Lunes 30 de mayo, después de haber
leído ésta, su propia reflexión?
No
entiendo, pues, que la reflexión dominical nos diga unas cosas muy distintas a sus
declaraciones...¡Por cierto!, no soy pastora evangélica.
Me dicen "La pastora", los compañeros panaderos de éste blog, porque
intento predicar un poco el mensaje de Amor, el principal
conocimiento que se debe sacar de cualquier doctrina espiritual, más cuando decimos en nuestro caso: Dios es Amor.
Soy Cristiana, y espero, y por ello pido siempre a nuestro
Señor Jesucristo que, si estoy equivocada en mi concepción del mundo
espiritual y terrenal: me perdone y comprenda que en mis reflexiones sacadas
desde el corazón, procuro útilizar mis propias experiencias cuestionando a mi conciencia basadas en la palabra del Señor. Mi diálogo es constante entre alma y espíritu, y es precisamente el Espíritu Santo de
Dios, el hacedor de todos los buenos sentimientos como huésped especial del corazón de todos
los hijos de Dios.
Que Dios le acompañe en sus reflexiones
todos los días de su vida, y procure mejorar sus propias conclusiones, tanto
para la iglesia, como para la grey que lee y no come cuento.
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