"El premio Nobel de la Paz se le otorga a la persona que
haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la
abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción
de procesos de paz”
– Testamento del premio Nobel.
El ser humano por
definición piensa, razona, medita y reflexiona; y yo lo hice consciente por
primera vez, aquel viernes 8 de octubre de 2010:
“¿Cómo puede ser
entonces, que la persona que más ha luchado por la Paz Mundial en estos tiempos
que corren represente una amenaza para su familia, su pueblo y la sociedad
mundial, y ni siquiera pueda acudir un emisario a recibir semejante mención de
honor?”
Quizá la entrega del
Premio Nobel tenga que ver con la libertad de los pueblos y sus derechos
civiles y la libertad de expresión de su gente, me dije entonces. Y me resultó
bastante paradójico que el ganador del premio nobel de la paz en el 2010, el
Señor Liu Xiaobo, se encontrara encarcelado y privado del cariño de su gente,
su familia, su pueblo y su país.
¿Sería un disidente?,
sí. ¿Estaría encarcelado?, también. ¿Sería culpable?, puede ser, digamos que
todo Estado es soberano en sus leyes. Pero una cosa es ser culpable y perder la
libertad mientras pagas una condena y otra cosa es ser culpable y que paguen
además, tu familia, tu entorno y hasta tu propia nación, incluida la libertad
de expresión: ningún medio podía cubrir tan honorable galardón para un país
entero.
“¿Cómo se puede
censurar hasta los medios de comunicación por dicha culpabilidad?”, me pregunté.
Cuidado, nadie está exento de perder su libertad, pero sí debemos confiar en
que sea sólo la del reo y no la de toda una nación.
¿Qué les pasa a los
líderes mundiales?
¿Qué les pasa a las
organizaciones de derechos humanos?
¿Qué les pasa a los
dirigentes políticos?
¿Qué les pasa a los
artistas?
¿Qué les pasa a los líderes
religiosos?
¿Qué les pasa a los
pensadores y científicos?
¿Qué le pasa a nuestra
sociedad?
¿Qué nos pasa a
nosotros mismos?
Tal vez, como tantas
otras cosas que nos cuentan los encargados de llevar el rumbo de nuestra
existencia, muchas de estas paradojas siguen pasando porque nosotros mismos
pasamos de ellas.
¿Será que estamos en
la obligación de hacer algo, desde nuestro propio hogar, aportando cada cual a
su justa medida, para que poco a poco mengüen tantas paradojas que encontramos
en el día a día? ¿Será verdad que la mente humana ha evolucionado tanto, tanto que
ya sea capaz de comprender las paradojas de la vida?
Seria pues, una
alegría inmensa para Stephen Hawking y su viaje en el tiempo, donde según él,
existen agujeros negros en el universo con túneles temporales, para viajar a
través del tiempo. Sin duda una proeza de imaginación para las mentes de sus
seguidoras y seguidores y una certeza de admiración para otras.
Tal vez, en aquellos
viajes a otras dimensiones sí y se encuentren galardonados por trabajar más o mejor
en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los
ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz, recibiendo
como se merecen ¡un premio Nobel de la Paz!
La verdad es que aún
sigo sin creer en los viajes del tiempo, pero sí pienso que cada uno es libre
de profesar sus ideales y ser consecuente a cultura, mediante el derecho a
defender con respeto sus raíces, costumbres, naturalezas e idiosincrasias, para
generar la convivencia en paz entre personas, sin importar sus naciones.
También comprendo que
exista un Dios que ya hizo su trabajo, la
creación, y que nuestra misión es cuidar, disfrutar y hacer que perdure en el
tiempo. Yo mismo profeso que los dones o talentos, innatos al ser
humano, sirven para desarrollar una misión que deje huella a las generaciones venideras mientras disfrutamos de nuestro
tiempo.
Sólo así comprendo la única paradoja que también nos cuestionamos a diario los hombres de Fe: “¿Si
existe un Dios por qué existen tantas guerras, desastres, hambrunas,
terrorismos, desigualdades, conflictos, crisis económicas, enfermedades… Si de verdad existe un Dios, entonces ¿por qué existe tanta maldad en nuestra creación?
No más
sillas vacías,
no más
premios sin algarabía,
no más
quedarnos con la agonía;
sí existe un
Dios,
¿por qué acostumbrarnos
a las paradojas de la vida?
¡Ganemos la
batalla que aún no está perdida!
Sin balas ni
asaltos, sin tecnologías,
procura
hacer algo, por ti y por tu pueblo,
todos los
días; deja que fluya
la mejor energía:
el amor de Dios.
Y empieza a
cuestionarte las paradojas de la vida.
German D. Ricaurte García
Panadero
de la vida
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