lunes, 24 de enero de 2011

El Cambio Climático



Me gano la vida limpiando discotecas de jueves a lunes. El martes descanso y lo uso para organizar mis cosas personales. El miércoles doy  una manito a las mujeres de mi casa. El domingo es para mí, el día más especial de la semana porque solemos salir en familia y pasear por las soleadas calles valencianas.
A veces, lo hacemos también en bicicleta por la parte del rió-seco de las torres de Serranos (antiguamente, las puertas de la ciudad donde vivo desde hace más de 10 años). Lastimosamente mi paseo dominical se ha visto interrumpido gracias a un empleo extra que, si no fuera porque me lo he tomado a risa, sería un martirio, con tanto tiempo de sobra para reflexionar con mi escoba. Afortunadamente y desde entonces, comienza cada semana con alguna nueva historieta para compartir entre la familia y los  amigos...

Este no era un domingo cualquiera en aquella época de invierno. En las noticias pronosticaban un día soleado; el cielo despejado de nubes resplandecía su tono azulado por toda la ciudad. Los pajaritos acompañaban a las familias valencianas a la espera de las migajas de pan, que tiran los padres para atraerlas y sacarse fotos con sus niños. Los turistas seguían agolpándose en las terrazas de los bares, para tomarse una fría cerveza, picar unas patatas bravas y masticar con fuerza, los morritos que hacen las delicias de los alegres clientes.
Otros clientes habituales, pero del bocadillo con coca-cola y vasos de plástico; esperaban tender en el cauce seco del río Turia, el mantel para comerse gratis el almuerzo con los niños de mi casa, después de montar bicicleta, jugar a la pelota y divertirse un rato entre todos ellos...

Mientras imaginaba el paseo de mi familia, alistaba los utensilios para barrer las calles, aceras, terrazas y fincas que, ocupan los restaurantes y  bares de una de las mejores zonas rumberas de las noches valencianas. Y aunque no era el plan deseado, me motivaba componiendo una canción que tarareaba desde las ocho de la mañana en casa, antes de partir en bicicleta  hacia el local donde guardo mi carrito de limpieza, a unos 15 minutos de recorrido. 
Mi faena empieza a las ocho y media de la mañana, y recojo entre otras cosas, botellas, vasos, latas, trozos de pizza, condones, cartones, cristales rotos y todo cuanto se puedan imaginar del fin de semana. Mi misión, si es que tengo alguna, es preparar las calles para que los vecinos de la zona donde limpio, no se quejen  y puedan disfrutar de un limpio paseo dominical…Pero este domingo no era un domingo cualquiera, y los vecinos, ajenos a la rumba no entendían qué había pasado: ¿Por qué estaba tan sucia la calle?, ¿Por qué tantas colillas de tabaco?, ¿Por qué no había pasado la cuadrilla del ayuntamiento?; los vecinos se me quejaban, mientras yo barría la calle, y prestaba un poco de atención a sus protestas; deseando terminar  mi faena y regresar lo más pronto para disfrutar de mi familia. Cosa que hice después de un faenón, mucho más tarde de lo habitual, cuando los alcancé en el río; y marchándonos  a disfrutar de una comida familiar, pudimos asistir a nuestra cita con Jesús y a una cena de despedida.
Con el tiempo justo para reencontrarme con algunos "parceros"de Colombia,  uno de ellos me invitó a fumar un cigarrito en la parte de afuera del púb donde jugábamos billar. Últimamente, ¿fumes o no?, en algún momento te ves obligado a platicar en las puertas de un  local, mientras algunos se echan unas caladitas, ¡Chupando un frió que pela!,  ¿Si fumas?,  porque fumas; ¿Si no fumas?, pues, de acompañante.
En ese tiempo de espera, mientras se consume el cigarrillo, se puede llegar a ser testigo de escenas muy variopintas:

- ¡oye!, ¡nano!, está todo nublado, mira que lástima, con el buen tiempo que hacía ésta mañana ¿y ahora cómo nos vamos? -continuó diciendo el mismo, en un tono burlesco- ¡Hasta las nubes han bajado del cielo!, dime: ¿Por qué crees que la noche se ha nublado?

Encendiéndose un cigarrillo, el señor que hablaba, señalaba la neblina que tapaba los árboles de naranja que por allí decoran la ciudad.
La pregunta tenía guasa para el chico de aspecto desaliñado, llevaba  el pelo largo y la mirada bastante ida, éste también fumaba.
El camarero nos advertía del “melenas” y del calvo que hablaban, con gestos de estar loco el uno y borracho el otro.  
No obstante, sus advertencias no llamaron nuestra atención, y sí lo hizo la peculiar respuesta del calvo, quien lanzaba una colleja directa a la cabeza del “melenas”, y sin darle tiempo a reaccionar a éste… sonó el ¡plash!, retumbando los oídos y dejando cuatro dedos rojizos, marcados en la nuca.  
Nosotros quedamos más atónitos aún, cuando el calvo dijo
- La noche se ha nublado porque la capa de ozono está rota. Y toda la neblina, se cuela por el agujero de la  atmósfera, arrastrando las nubes hasta la tierra. ¡Tú no te enteras chaval!, ¡no te enteras!

El calvo echándose a reír con su ironía, daba una calada profunda al cigarrillo y tomando aliento para hinchar sus pulmones de humo volvió a decir
- ¡Ay mi niño!, ya ves, los días son más cortos; y eso también es por culpa del cambio climático. A ver dime: ¿Por qué crees tú que se está acelerando lo del cambio climático?
-¡Yo que sé, nano!, ¡Yo que sé!- Respondió el melenas al girar su cabeza para esquivar la otra colleja que le venía de parte de su mentor.
Cuando volvió a sonar el ¡Plash!, dejando los mismos dedos rojizos, pero esta vez, además de en la nuca, también en el cachete. Y se escuchó:
-¡Pero es que no te enteras chaval!, ¡No te enteras!, ¿Qué pasa, que vas de pasota por la vida?, ¡Espabila nano!, ¡espabila!- finalizaba el calvo su lección.

Ahora la calada del cigarrillo había sido tan profunda que al soltar el humo de su boca y nariz, el ambiente se tornaba nublado en la puerta del local; como si fuera una prolongación de la neblina de los árboles. 
El calvo aprovechando esa humareda para señalar, volvía a preguntar
-A ver subnormal, que eres un subnormal. ¿Adonde crees tú que se va todo este humo que echamos a la calle?- Soltando una bocanada de humo de su boca continuaba diciendo- Tú imagínate  sus efectos. Imagínate la gravedad para el cambio climático; imagínate, ¿En que nos puede estar afectando éste humo que echamos los fumadores a la calle?, ¡bueno!, supongo que a ti te estará afectando en algo ¿no? Mira nada más, como se nublo el día-.

Yo, bastante intranquilo con el silencio de aquel desaliñado chico, quería contestar al calvo y acabar así, su chulería; pero a lo mejor, si intentaba resolver el enigma del humo del tabaco en el cambio climático, las collejas retumbarían en mis oídos. Y conociendo a mi parcero, lo mejor era callar; aunque no dejaba de buscar en mis adentros qué responder...

Fue entonces cuando recordé las quejas y reclamos de los vecinos de mi zona; justo antes de doblar la esquina con mi carrito de limpieza, había quedado flipado por mirar casi 50 o 60 metros de acera llena de colillas de tabaco. Y sintiendo aquel faenón encontraba la respuesta a las preguntas del lanzador de collejas ¡Vaya, si ahora podía contestar! 
La voz de don Pepe, un viejito amable pero gruñón, resonaba por mi mente -Las aceras de valencia están llenas de colillas, ¡muchacho!, pero no sólo las aceras, nooooo… ¡Las terrazas y las calles también! En cualquier lugar se   encuentra uno, con colillas regadas, ¡que asco!, y además, con las terrazas llenas de estufitas para que la gente fume agustita, ya no se pueda ni pasear ¡aaaah!, como si fuera una obligación mantenerles el vicio dejando de pasear tranquilamente por aquí- finalizaba gruñendo su discurso, don pepe. Amablemente compartíamos los titulares del periódico que siempre lleva bajo el brazo cuando se acercaba otro vecino en la esquina,  no daba crédito al paisaje, y con vos melancólica se desahogaba-
¡Esto debieron preverlo!, ¡hombre!, con ceniceros grandes en las entradas de los bares; y aumentando el personal para limpiar en las calles.
¿Cómo es que no prevén esto?, mira Pepe la acera, ¿cómo está?, ¡vuelta mierda!, ¡hombre! de tanta colilla- Se respondía él mismo.
Una señora que paseaba con su perrito se unía a las protestas- ¡Vaya y yo!, disque preocupada por no recoger la mierda de mi perrita la cuqui-. A su lado la otra chica recalcaba- Trabajo de camarera en un bar y ahora el bar esta limpio y la acera esta sucia, ¡qué paradoja!; ya verán cuando la ropa tendida en los patios esté de ceniza hasta el cuello. Si antes entrabas al bar y salías impregnada de tabaco ¡ahora entras al bar, con el olor a tabaco puesto!,
¡Vamos, como si fuera la colonia!-. 
Entre quejas y soluciones de mis vecinos, intentaba dilucidar la manera de decirle a mi jefe del aumento de faena, y  ¡todo por la misma plata!
Ya empezábamos a conocer las consecuencias de la ley antitabaco y se me acababa de aumentar en dos horas la faena y nadie me las iba a pagar...

Así estaba dispuesto a contestar a la pregunta del enigma del cambio climático cuando el calvo contestó dirigiéndose al “melenas”:
-¡Espabila nano, espabila! 
¿Aún no sabes por qué se nubló el día?
El día se nubló porque ahora mismo en toda España, en las puertas de los bares están fumando hasta el culo, por culpa de la dichosa ley anti-tabaco. Todo este humo que echan los miles de fumadores a la calle… Se sube a la capa de ozono; abre más el agujero de la atmósfera y hace que se cuelen las nubes que bajan a la tierra ¡El cambio climático nos está afectando a todos en general!, ¿es que no lo ves nano?
¡Espabila chaval, espabila! -.

Les aseguro que en ningún momento supe cuál era el borracho y cuál era el loco. Pues, tal era el grado caricaturesco de los dos personajes que, al final y entre risas me atreví a contar la historieta de mi faena…

-Joder, colega –me dijo el calvo- que yo también soy barrendero, pero contratado por el ayuntamiento; y la orden ha sido olvidarse de parques, calles, jardines y aceras, para ayudar a que los locales de ocio a mantengan limpia su entrada-.
Me quedé más flipado todavía y mi mente volvía a retumbar:
-¿Será entonces que sí tenían previsto, los daños colaterales, los del Ayuntamiento?-.
-¿Será que quieren que, la gente deje de fumar o más bien, los dejen de molestar?-.
¿Será que habían escuchado las quejas de los vecinos de mi zona?-.

Tal vez para muchos, no sea lo más apropiado el dejar de fumar por una vida más sana para todos; pero al menos, si estás de acuerdo con el loco, puedes ayudar con el Cambio Climático.









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TUMACO: tierra de paz


Tristeza siento 
con el último acontecimiento de mi pueblo natal;
el miedo me hace temblar el alma desde mi cuerpo a la eternidad
como aterrorizada anda la gente gente en mi Tumaco: tierra de paz.

Tras sus cuchos reinan 
la barbarie y la impunidad;.el patrimonio inscrito 
de bandoleros sin piedad: “guerrillos”, “paras”, “narcos”, “bandas criminales”... 
Todo bajo la vista gorda de la autoridad.

Por sus calles nadie sale a caminar;
la muchedumbre tumaqueña refugiada tras su altar— 
suplica paz para su hogar,
bendición y libertad. 

En sus parques llenos antes
de jóvenes echados pà lante, escriben:
“Aquí abunda la soledad, la ignominia y el peligro,
el desempleo y el azar, la locura terrorista… Ya no queda ni Pias-Pias”

Recuerdo a doña Merengo: «échele ‘yuyo’ que... después, yo vengo»;
A la negra Pancha en el mercado, convidándome: «Hola niño Mancho, ¡venga pruebe este tapa’o!».
Yo quería piangua, de ceviche
o camarón en encoca’o.
Tal vez tollo bien suda’o  
o un caliente  pusanda’o, de Serrana, la otra carne del
mercado.

En el Puente del Medio, el pesca'ito frito;
en el Pindo, el Pepepan, la Guama y el Caimito;
en San Judas(la cancha), unas fritas empanadas.
¡Aaah! ¡Bellas épocas de galladas!
‘Gallada Pecuéca’ era la mía…
¡Tantas embarradas!
Lugar aparte guardo en un rincón para
los secos del Puente del Comercio;
las picadas de ‘Las velas dos’(en la esquina del billar);
la jaiba, el cangrejo, la chautiza, el ‘plu con pla’,
nuestro rico sabor a mar... Mmmm, qué rico, ¡madre mía!
¡La cevichecría!

Para un Son, en ‘El Mesón’.
En el Morro, donde ‘Rafa’.
Una botellas de Cristal en Candilejas, quien mandaba la parada.
El galeras, en el Puente a la bajada
—de ida o venida—
según con quién nadabas.

Solía nadar en La Playita, 

detrás de la Avenida;
en el Bajito incluso hasta en ‘La Rada’.
Pescaba en un potrillo vigiando entre las casas; 
zarpaba a Bocagrande, de noche y madrugada.
¡Manglares de pasada!

Hoy, desde la distancia, 
a nuestros habitantes pido tolerancia.
A sus dirigentes, se acuerden de su infancia. 
Por favor: inviertan en los niños y proyecten un futuro —sin tanta ignorancia—. No aparezcan sólo en época de elecciones, para después… ¡Hala!
¡A repartirse la ganancia!

«¿Qué podemos hacer, de nuestra parte, para volver a disfrutar de un nuevo amanecer en paz?»
No lo sé. Pero, tal vez, un cambio de valores, de actitud, de compromiso, de Fe y de confianza, por parte de los administradores del poder, nos caiga así de bien, como la Cáncharina a la Otalla de la "Ye" ¡El desayuno más sabroso para aquel amanecer¡
MANCHO




07 Noviembre de 2010
"Dedicado a mis amigos que están en el cielo, víctimas de éstos acontecimientos"


Panadero de la vida





PARADOJAS DE LA VIDA

"El premio Nobel de la Paz se le otorga a la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz”Testamento del premio Nobel.

El ser humano por definición piensa, razona, medita y reflexiona; y yo lo hice consciente por primera vez, aquel viernes 8 de octubre de 2010:

“¿Cómo puede ser entonces, que la persona que más ha luchado por la Paz Mundial en estos tiempos que corren represente una amenaza para su familia, su pueblo y la sociedad mundial, y ni siquiera pueda acudir un emisario a recibir semejante mención de honor?”

Quizá la entrega del Premio Nobel tenga que ver con la libertad de los pueblos y sus derechos civiles y la libertad de expresión de su gente, me dije entonces. Y me resultó bastante paradójico que el ganador del premio nobel de la paz en el 2010, el Señor Liu Xiaobo, se encontrara encarcelado y privado del cariño de su gente, su familia, su pueblo y su país.

¿Sería un disidente?, sí. ¿Estaría encarcelado?, también. ¿Sería culpable?, puede ser, digamos que todo Estado es soberano en sus leyes. Pero una cosa es ser culpable y perder la libertad mientras pagas una condena y otra cosa es ser culpable y que paguen además, tu familia, tu entorno y hasta tu propia nación, incluida la libertad de expresión: ningún medio podía cubrir tan honorable galardón para un país entero.

“¿Cómo se puede censurar hasta los medios de comunicación por dicha culpabilidad?”, me pregunté. Cuidado, nadie está exento de perder su libertad, pero sí debemos confiar en que sea sólo la del reo y no la de toda una nación.

¿Qué les pasa a los líderes mundiales?
¿Qué les pasa a las organizaciones de derechos humanos?
¿Qué les pasa a los dirigentes políticos?
¿Qué les pasa a los artistas?
¿Qué les pasa a los líderes religiosos?
¿Qué les pasa a los pensadores y científicos?
¿Qué le pasa a nuestra sociedad?
¿Qué nos pasa a nosotros mismos?

Tal vez, como tantas otras cosas que nos cuentan los encargados de llevar el rumbo de nuestra existencia, muchas de estas paradojas siguen pasando porque nosotros mismos pasamos de ellas.

¿Será que estamos en la obligación de hacer algo, desde nuestro propio hogar, aportando cada cual a su justa medida, para que poco a poco mengüen tantas paradojas que encontramos en el día a día? ¿Será verdad que la mente humana ha evolucionado tanto, tanto que ya sea capaz de comprender las paradojas de la vida?

Seria pues, una alegría inmensa para Stephen Hawking y su viaje en el tiempo, donde según él, existen agujeros negros en el universo con túneles temporales, para viajar a través del tiempo. Sin duda una proeza de imaginación para las mentes de sus seguidoras y seguidores y una certeza de admiración para otras.
Tal vez, en aquellos viajes a otras dimensiones sí y se encuentren galardonados por trabajar más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y la celebración y promoción de procesos de paz, recibiendo como se merecen ¡un premio Nobel de la Paz!

La verdad es que aún sigo sin creer en los viajes del tiempo, pero sí pienso que cada uno es libre de profesar sus ideales y ser consecuente a cultura, mediante el derecho a defender con respeto sus raíces, costumbres, naturalezas e idiosincrasias, para generar la convivencia en paz entre personas, sin importar sus naciones.

También comprendo que exista un Dios que ya hizo su trabajo, la creación, y que nuestra misión es cuidar, disfrutar y hacer que perdure en el tiempo. Yo mismo profeso que los dones o talentos, innatos al ser humano, sirven para desarrollar una misión que deje huella a las generaciones venideras mientras disfrutamos de nuestro tiempo.

Sólo así comprendo la única paradoja que también nos cuestionamos a diario los hombres de Fe: “¿Si existe un Dios por qué existen tantas guerras, desastres, hambrunas, terrorismos, desigualdades, conflictos, crisis económicas, enfermedades… Si de verdad existe un Dios, entonces ¿por qué existe tanta maldad en nuestra creación?

No más sillas vacías,
no más premios sin algarabía,
no más quedarnos con la agonía;
sí existe un Dios,
¿por qué acostumbrarnos a las paradojas de la vida?

¡Ganemos la batalla que aún no está perdida!

Sin balas ni asaltos, sin tecnologías,
procura hacer algo, por ti y por tu pueblo,
todos los días; deja que fluya
la mejor energía: el amor de Dios.
Y empieza a cuestionarte las paradojas de la vida.

German D. Ricaurte García
Panadero de la vida