Sucedió un día normal en una casa normal y en
un jardín normal: una bella flor normal que mientras soñaba abría sus pétalos, como cada
amanecer, ante la llamada del flamante sol del mar.
Pero nada era normal, de hecho todo era anormal: las olas no llevaban espuma y el viento no emitía silbidos, las nubes no dibujaban nada y el viejo sol, ¡ah! el viejo sol ya no era el mismo desde aquella vez cuando observó a la bella flor, soñar. Y, desde entonces, celosos el viejo sol refunfuñaba cada vez más: ¡Cómo puede ser!, ahora nadie fija su atención en mí, sino en aquella flor normal.
Pero nada era normal, de hecho todo era anormal: las olas no llevaban espuma y el viento no emitía silbidos, las nubes no dibujaban nada y el viejo sol, ¡ah! el viejo sol ya no era el mismo desde aquella vez cuando observó a la bella flor, soñar. Y, desde entonces, celosos el viejo sol refunfuñaba cada vez más: ¡Cómo puede ser!, ahora nadie fija su atención en mí, sino en aquella flor normal.
Después de un tiempo, aquella flor normal también decidió hablar y contestar al celoso sol: ¡Cómo puede ser normal que aunque sea de noche,
su majestad el sol también quiera brillar!
German D. Ricaurte
Panadero de la vida
¡Feliz cumpleaños, amigo Víctor!
Que su flor del corazón continúe abierta a las cosas normales para que gente normal sueñe y sienta como usted, tanta vida normal sin querer ser el centro de atención de este inmenso mar. Muchas gracias por invitarme siempre a soñar y acompañarme entre mis sueños... ¡Y que cumpla muchos más!
Su amigo.
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