Sé que alguna personas leerán
este escrito, pero sé que muy pocas compartirán el mensaje. También sé que en
nombre de la libertad todo pueblo tiene el derecho a defenderse y que es
difícil tener en cuenta las súplicas de quienes creemos en una manera distinta
de luchar contra el mal: “…vence el mal con el bien”. Rom 12:21.
Quizá llegó el momento de aprender
a luchar contra el mal haciendo el bien, en las bases, desde adentro, desde nuestro
interior, desde donde nacen el odio y el resentimiento, la ira y la venganza,
el orgullo y la hipocresía, el miedo y la discriminación. Es ahí donde nace
todo mal capaz de sembrar el terror, pero también es ahí, si vencemos con el
bien, donde puede renacer la verdadera libertad: liberté,
égalité, fraternité.
Una libertad bien entendida
como libertad de pensamiento mas que de expresión; libertad de cultura mas
que de religión; libertad de decidir mas que de elegir. Una libertad que sea mucho
más que decirle a otro qué está bien o qué está mal. Sin duda, una libertad que
sea mucho más que democratizar.
Una igualdad que sea capaz de
reconocer antes que entender y de aceptar antes que tolerar y de compartir antes
que exigir. Una igualdad capaz de valorar a los demás con los mismos derechos y
las mismas responsabilidades y que aúne la condición humana por encima de ideologías
políticas, religiosas o raciales.
Una fraternidad local que
inspire a la global siendo recíproca y diversa; con valores como el respeto, la
empatía, la justicia y la paz. Una fraternidad que derive en un camino lleno de
oportunidades y que genere confianza y bienestar.
Seguir pensando que, por lo ocurrido hace 3 días en París como hace 14 años en Nueva York, la libertad puede legitimarte para alzar las armas y
responder al terror con más terror, como la Ley de Talión, es,
pues, una libertad coercitiva y otra paradoja
de la vida sin resolver.
German D. Ricaurte García
Panadero
de la Vida